4 de agosto de 2011

El curso de verano


Me tocó ir al Curso de verano que organizaban los Caballeros Aztecas (CA) en tres ocasiones, una a los ocho años, otra a los 15 y la tercera como monitor. En cada ocasión fue diferente, enriquecedora y disfrutable. 
 
 
I
El folleto (un díptico) dice que el Curso de verano se realizará en el mes de julio de lunes a viernes. En mi casa me preguntan si quiero ir, lo pienso, mi experiencia en el campamento de Tantoco fue gratificante y emocionante, los CA son garantía de diversión. Al siguiente día mi gafete es el anuncio de mi inscripción. Ahora la mecánica es diferente no es quedarse de campamento, sino ir y regresar todos los días. Mi primo y mi tío van conmigo, vamos todos los días a la escuela Luis Cabrera, donde hacemos base para cada día ir a un lugar diferente. Mi primo  y yo quedamos en el mismo grupo, mi tío en un grupo diferente. El primer día del curso transcurre en la escuela, al llegar nos dividen por edades y género, nos pasan lista y se presentan nuestros jefes, Roberto, Edgar y el Torta son nuestros monitores, nos forman y nos reparten pañoletas de color gris, desde ese momento seremos los grises. Formados nos encaminamos a un salón que nos servirá de guarida todo el mes, en la puerta está pegado un cartel con el nombre de nuestro grupo, Tezcatilpoca (espejo humeante). Una vez en el aula empezamos a jugar “múltiplos” de siete, de tres, de nueve, de esa manera formamos las callas. Entre ponerle nombre a las calla, elegir grito, conocernos, jugar “un limón, medio limón”, papa caliente y “lagartijas” llega la hora de comer, a bajar al comedor y formarse para llenar la panza. Los lunes siempre nos toca honores a la bandera y quedarnos en la escuela, donde principalmente jugamos (de hecho nos daban adiestramiento en nudos, vendajes, Morse, semáforo y otras tantas actividades formativas, pero nunca nos percatábamos de eso) todo el día, si acaso después de comer descansamos un rato, momento en que nos inducen los jefes a hacer versiones chuscas de canciones como: el gusanito (qué tienes en las manitas…) y hojas de té, o a componer nuestras propias canciones. De martes a viernes salíamos a diferentes lugares, y el miércoles es fijo ir al deportivo Hacienda, donde nos toca una hora de alberca. Fuimos al deportivo asturiano e israelita a jugar unas cascaritas de futbol, -mi primera vez en un campo empastado- ya desde ese momento nos infundían un  gran espíritu competitivo, estaba prohibido perder hasta en las canicas… aquella vez les ganamos a nuestros pares asturianos, y me sorprendió el kiphá que mucha gente utilizaba en el deportivo israelita.  Cada recorrido en aquellos camiones azules era toda una aventura, sapear al de enfrente, cantar nuestras versiones grupales, pero sobre todo divertirnos. Como todo lo bueno, el curso de verano se terminó rápido, un mes de intensa diversión. Edgar Aranda y Roberto (no me acuerdo de su apellido) fueron de los mejores jefes que tuve en CA. 
 
 
II
Llegó julio y con él, Curso de verano de CA 15 años a cuestas. El sistema no cambia, ir a divertirse un mes completo. Esta vez son Alejandro Enzastiga y Jesús (no recuerdo su apellido) nuestros monitores. Algo había cambiado, ahora nos fijábamos en las chicas de pañoleta verde (igual que la nuestra) con las que compartíamos camión cuando salíamos de la escuela. Llegar temprano a desayunar a la Luis Cabrera y jugar y jugar y jugar, los honores a la bandera los lunes, Chapultepec, el museo de Antropología, el deportivo Hacienda, los lunes de adiestramiento y manualidades en la escuela, el Anahucalli de Diego Rivera, las tardes lluviosas del D.F., la oración antes de comer, el frio de la mañana, el Profesor Enrique Bandera en su camioneta azul, don Rafael con un saco azul marino, las oficinas de CA en el sótano de un edificio en Tlatelolco, el zoológico de Aragón, la puerta de Alcalá que cantaban Víctor Manuel y Ana Belén, los integrantes del Calpulli Cuauhtémoc,  ¿la calla libre Niños Héroes o Xochimilco?, el boom del rock en español, Soda Estéreo, los juegos de futbol, “el Rey pide”, las hojas de té, la canción de ratón, Roberto, Hugo, Israel, Héctor, Angélica, Araceli, Daniel, Malacara, el Quik, Mónica, Marcela, Bibiana, los compañeros del registro de automóviles que se iban temprano, los camiones azules, el camión amarillo y su chofer don Manuel, el día que nos encontramos al Tío Gamboín, los juegos de volibol, las fusiladas, los callejones, los ocho nudos reglamentarios, la promesa de un yaoyisque, la playera del curso con serigrafía roja, las señales con silbato, los vendajes y primeros auxilios, la promesa del caballero azteca, los juegos mecánicos de Chapultepec, la pinacoteca virreinal, avenida del taller, la cámara del profesor Bandera, mis converse blancos, formarse por callas, la fruta con chile afuera de la escuela, el aula del grupo para jugar futbol, la cancha de tierra inundada, numerarse para subirse al camión, las sillas del comedor que me quedaban chicas, formarse de chicos a grandes, la formación del Calpulli Quetzalcóatl, la bandera de CA, la canción de despedida… 
 
¡Caballeros Aztecas siempre! ¡Alerta!
Sergio Martínez
 
 

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